El PRI y el PAN han consumado el desafuero de Andrés Manuel López Obrador, realizando así un fraude electoral anticipado para decidir los resultados de las elecciones presidenciales de 2006 desde una oficina, la oficina de la residencia presidencial de Los Pinos.
Los mexicanos, dentro y fuera del país, tenemos la responsabilidad, la responsabilidad patriótica, diríamos, si la palabra patriotismo no hubiera sido contaminada frecuentemente por los más bajos intereses de quienes consideran la política como negocio, de pasar a la acción. Dentro de la legalidad, de manera absolutamente pacífica, sin caer en las provocaciones que seguramente vendrán, con la serenidad de quien sabe que tiene la razón, la ley, la justicia y la historia de su parte.
La lucha no es por Andrés Manuel López Obrador, ni por el Partido de la Revolución Democrática. Creer eso es hacerle el juego a quienes han tejido este proceso absurdo. La lucha es por el derecho de los mexicanos a hacer efectiva la democracia en nuestro país, derecho que nos ha sido continuamente conculcado, reprimido cuando no arrancado desvergonzadamente.
Por ello, esta lucha implica a todos los mexicanos bien nacidos, independiemente de su ideología y de cualquier otra consideración que no sea el ser nosotros, mediante el voto libre, quienes decidamos el rumbo que debe tener la nación.
Es una lucha de información, de leyes, de movilizaciones pacíficas y legales, de llegar a los medios de información en todo el mundo, de atraer los reflectores de la opinión pública internacional hacia la corrupción política máxima del actual gobierno, que pretende continuar la línea autoritaria de esa "dictadura perfecta" que tan bien sirvió al PRI como sirve hoy al PAN.
Donde quiera que estemos, los mexicanos tenemos la responsabilidad de hacernos oir, ante los medios de comunicación de los países que nos han recibido, ante las legaciones, embajadas y consulados mexicanos, ante quienes nos rodean.
Luchamos, como si fuera el siglo XIX o principios del XX, por el derecho a un sufragio efectivo y a una democracia y un proyecto de nación decididos en libertad por la mayoría de los ciudadanos. Cualquier otra lucha que tengamos es secundaria, porque en esta va nuestra dignidad.
Es hora, pues, de serenamente emprender el esfuerzo por recuperar nuestra nación, nuestra voz y nuestros derechos. No mañana, hoy.
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