Thursday, October 02, 2008

2 de octubre

No se olvida.

No se olvida
(Fernando Delgadillo)

No sé si es por ser después del mes de la independencia
Que patriotas declarados lo ven con indiferencia
Se excluyó del calendario, de las fechas oficiales
Pero nunca le han faltado al 2 de octubre honores tales

Clausurados los festejos con que se viste septiembre,
Luego viene a distanciar al pueblo de sus dirigentes.
Y entonces sí que empezamos a tomar las referencias
Y se activa la memoria, vuelven las historia viejas.

Y hay quien habla del respeto a un poder que provocaron,
Que si hubo estudiantes muertos fue porque se lo ganaron,
Y ante éstas me cuestionado si alguien se puede ganar
Que otro le niegue el derecho de volver a respirar,
De que lo priven de todo, su futuro y sus recuerdos,
Por la ofensa imperdonable de quien no vive de acuerdo

Dos de octubre en Tlatelolco continua estando presente
Ronda en plazas y mítines pavoroso y contundente.
Por que es el día nacional que no se perdonó la vida,
Por esto y por los que faltan dos de octubre no se olvida.

Lo que para unos sirvió como un recorte de maleza,
Entre la gran mayoría sólo es motivo de vergüenza,
Pero hay quien alzó su puño al cielo ante algo inaceptable,
Por que el golpe fue de muy alto y se volvió incontestable.

Hoy al fin no es mi intención reavivar viejas cenizas,
Aunque siempre se lamenta que no se hiciera justicia,
Y que las manos manchadas continúen bien escondidas
Entre los que van y vienen y ante todo cierran filas.
Y a octubre lo ensucia un día de matanza en la Gran Plaza,
De la que tantos muchachos nunca volvieron a casa

Dos de octubre en Tlatelolco continua estando presente
Ronda en plazas y mítines
Pavoroso y contundente
Por que es el día nacional que no se perdonó la vida
Por esto y por los que faltan dos de octubre no se olvida

Yo pregunto al evocar las heridas que nunca cierran
Cuando dejarán de rondar dos de octubres en la Tierra.

Tuesday, August 12, 2008

Enrique Loubet Jr.

Enrique Loubet Jr.
(Bilbao 1929, México, D.F, 2008)
Algo olvidado este blog, la presente entrada tiene por objeto aumentar la presencia en la red de Enrique Loubet Jr., gran periodista, excelente amigo y personaje extraño y detestable, todo al mismo tiempo, y muchas cosas más.

Por alguna causa, desde la lejanía hoy busqué el nombre de Enrique en Internet, y me vine a enterar de que había fallecido en enero de este año. No me extrañé, había vivido muchos años y a una velocidad vertiginosa. Busqué luego una foto en la red para darlo a conocer a mi entorno actual, y descubrí con tristeza que no había ni una, o al menos no la encontré después de una larga búsqueda.

Quizá eso es lo correcto para un personaje más adecuado para las tertulias literarias del Madrid de 1920 y los saraos de los años 40 en la ciudad de México que para un siglo XXI de Internet y teléfonos celulares. Enrique abominaba de la grabadora, y trabajó siempre con bolígrafo y libreta o, a falta de ésta, cuartillas dobladas en cuatro, su aguda mirada y, sin duda, su estilo singularísimo de vida y periodismo.

Conocí a Enrique Loubet cuando sustituyó al maestro Edmundo Valadés en la sección cultural de Excélsior (cuando era un gran periódico). El maestro Valadés me abrió las puertas del diario y de su legendaria revista El Cuento, marcando mi vida periodística y literaria, y me pidió que me quedara yo en Excélsior cuando él se marchó.

Fue Mario Méndez Acosta, compañero de mil batallas, quien me llevó al edificio adjunto a la sede del diario, a la oficina de Revista de revistas, para que conociera al nuevo director de la sección, Enrique Loubet Jr. A mí me preocupaba mi columna, "Circuito impreso", porque era mi tribuna única, pero un atrabiliario caballero de bigotes alacranados de estilo antiguo, largo pelo blanco, fieros ojos tras las gafas y voz rotunda me exigió que, para seguir en la Sección Cultural, tenía yo que escribir también para Revista de revistas, la publicación madre de la casa Excélsior y, probablemente, el último gran amor de su último director. Loubet sonaba atrabiliario y descontrolado, hasta que propuso bajar al bar Ambassadeurs a tomar una copa. Ya aprendería yo que Enrique sabía lo imponente que resultaba y le divertía parecer un ogro para luego mostrar su lado amable, pero que en general era inofensivo.

La entrega de las colaboraciones, las copas en la cantina "Reforma", en el "Amba" o en algún otro lugar al que había que ir porque yo no usaba corbata (para enfado de Loubet) y en el "Amba" era obligatoria, se sumaron a las comidas en establecimientos que iban desde taquerías callejeras hasta el restaurante del gastrónomo Luis Marcet, las tardes en el remozado y rescatado hipódromo, las noches en el frontón México, las conversaciones interminables. Enrique me propuso ser redactor de la revista, yo acepté de medio tiempo, para no depender del periodismo cosa que, en aquél entonces al menos, condenaba al reportero a la dependencia de los "favores" gubernamentales, a la corrupción, en una palabra. Los salarios del periódico eran irrisorios, pero la directiva sabía perfectamente que serían complementados por las relaciones políticas del reportero y las comisiones propias de la publicidad que consiguiera. No fui nombrado jefe de redacción, me enteré meses después, porque a ojos de Enrique yo era "comunista", lo cual le preocupaba en exceso.

(Un reportero cobraba el "sobre" semanal del cohecho preventivo de su fuente gubernamental o paraoficial, más comisión sobre la publicidad que esa fuente, dependencia o secretaría comprara en el periódico o sus publicaciones. Y esto no ocurría sólo en Excélsior, era una norma con pocas excepciones en esos tiempos. Como simple redactor de Revista de revistas, una dependencia del gobierno del DF me ofreció "sobres semanales" que efectivamente me cuadruplicaban el sueldo. Mi negativa a aceptarlos no fue bien recibida y se vio como prueba adicional de mi falta de adhesión al régimen.)

Era en política donde chocábamos más, aunque Enrique podía montar en cólera por asuntos de fútbol, de mujeres o de geografía, daba igual. Enrique se consideraba un conservador "al estilo inglés", con un dejo de monarquismo exacerbado muy al modo de Dalí, que era, sólo Enrique sabía en qué proporción, parte sincero, parte provocador, parte rebelde contra las cosas contra las que por lo demás no hablaba nunca. Esto chocaba con su pasado como refugiado en México de la Guerra Civil Española, que no negaba, por el contrario lo consideraba lucha contra el fascismo y él, como conservador caballero inglés (nacido en Bilbao), abominaba del fascismo, exactamente como Churchill, al que citaba con frecuencia.

Enrique era entrañable aunque a veces hiciera difícil quererlo. Porque cuando no hablábamos de política el universo entero era su espacio. Hablaba de ciencia con conocimiento, habiendo dirigido la revista "Comunidad CONACyT", del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología del gobierno mexicano. Hablar de literatura con él era delicioso. En el mundo del toro coincidíamos hasta las lágrimas por la pasión que teníamos ambos y que yo conservo por esa fiesta (tan fuera de tiempo como el propio Enrique), por nuestra convicción de que el toro era el centro del tema. Nos divertimos como nunca cuando hicimos una serie de revistas sobre la temporada de la Plaza México. Hicimos una historia de la Guerra Civil Española en una larga serie de números consecutivos de la revista, que nos permitió conocer el lado tenuemente socialista de Loubet, que ocultaba rápidamente llamándonos a todos "rojetes y reojetes". Compartimos el 75 aniversario de Revista de revistas, por entonces decana del periodismo mexicano. Compartimos el terremoto de septiembre de 1985 y lo reporteamos en la revista con un aseo que aún hoy me enorgullece. Y discutimos, gritamos y bebimos.

Quizá lo que mejor pinta a Enrique es que siempre mantuvo las puertas de la revista abiertas a los aspirantes a periodistas (estudiantes o no) que pedían "una oportunidad". Nunca un joven aspirante salió de la revista sin una orden de trabajo improvisada por Enrique sobre los miles de temas que dominaba. Y lo que define sus rasgos como en un retrato de Goya es la ocasión en que, puesto a corregir el artículo de una pareja de estos jóvenes en una mesa del Ambassadeurs, se enfureció con un error de los redactores y atacó las hojas con sus marcadores de colores, escribiendo críticas e improperios contra los autores en su inimitable estilo. Al día siguiente, me llamó a su despacho y me dijo que no podía devolverle ese original a los jóvenes periodistas, porque sus críticas eran feroces y despiadadas. Acordamos que destuiríamos el original, aduciríamos que se había extraviado y Enrique les pediría una reescritura salvando el error que lo había sacado de sí la noche anterior.

En 1986 me fui a vivir a la ciudad de Querétaro y dejé mi escritorio de la revista. Mis colaboraciones con Enrique se fueron diluyendo poco a poco, involuntariamente, y las de la sección cultural del diario por el nuevo encargado, lo que me llevó a un día cruzar la calle de Bucareli, subir a la oficina de Paco Taibo I en El Universal y pedirle la oportunidad de colaborar en la sección cultural que dirigía. Me ordenó un artículo al día siguiente, y seguí en El Universal hasta mi salida de México.

La última vez que vi a Enrique, hace quizá diez años, había sufrido un accidente y tenía un ojo nublado, pero aún hablaba con la autoridad de un maestro que sabe, sin duda alguna, que su altanería y arrogancia están sustentadas en una labor periodística a todas luces admirable, y en una calidez humana que nunca pudo ocultar del todo tras la paersona que se construyó tan bien que muchos nunca supimos dónde acababa exactamente.

Enrique me enseñó mucho, de periodismo, de caballos, de literatura, de cine, de temas interminables como nuestras noches de copas. Lo quise como se quiere a un maestro que se convierte en amigo. Lo admiré como profesional y lo enfrenté como inexplicable defensor del oficialismo gubernamental mexicano. Sus contradicciones no fueron, sin duda, mayores que las que tiene cualquiera, y si se magnificaban era porque en Enrique todo era exagerado, todo era extremista, todo era "lo más" o "lo menos".

Murió querido, admirado y reconocido como el último de su especie, que nunca fue demasiado abundante. Que no sea olvidado es tarea de quienes le quisimos entrañablemente

Thursday, December 13, 2007

Adiós, derechos fundamentales

La historia de México es una de lucha por la libertad y los derechos contra la concepción del estado todopoderoso y rey. Los independentistas querían derechos que la corona española no concedía. Los dos imperios espurios del siglo XIX fueron derrotados por un ansia de libertad, legitimidad democrática y derechos para los mexicanos. Otro tanto se hizo en la revolución mexicana, cuando Porfirio Díaz y la política de "mátenlos en caliente" se habían eternizado. Y el movimiento social más destacado de la segunda mitad del siglo XX, el de 1968, fue también un reclamo de legalidad y derechos contra un estado que aspiraba al totalitarismo y que reivindicó que el derecho del gobierno mexicano a matar a sus ciudadanos es el único que se respeta. Tal demostraron después los sucesivos gobiernos priístas.

Hoy, Felipe Calderón Hinojosa, el hombre cuya única iniciativa cuando medró en el presupuesto como diputado fue cambiarle el nombre al país, ha consolidado el sueño de Fernando VII, de Iturbide, de los contrarreformistas, de Porfirio Díaz y de Gustavo Díaz Ordaz, al despojar, limpia e impunemente, a los ciudadanos del derecho a la protección de las leyes.

Siguiendo el ejemplo de su mentor, George Bush, Felipe Calderón ha tirqado al a basura las garantías individuales de los ciudadanos. Una ley aprobada por el PRI, el PAN y el sector desubicado, cada vez más fuerte, de un PRD que ya no se sabe bien qué es, han aprobado que cualquier agencia policiaca pueda allanar domicilios sin orden de cateo y encarcelar ciudadanos sin orden de aprehensión hasta por 40 días, si hay "presunción" de que son parte de la delincuencia organizada. Ya no hay que probar nada, ya no hay que investigar nada, ya no hay que justificar nada. Mañana, los soldados disfrazados de una u otra agencia policiaca pueden tirarle la puerta a usted, allanar su domicilio, robarse lo que quieran, meter a toda su familia en la cárcel sin que intervenga un juez y, en resumidas cuentas, utilizarlo a usted como súbdito o esclavo. ¿Y quién "presume" que usted es delincuente organizado? Pues "la policía", así, en abstracto, desde el jefe de la forestal hasta el mordelón de crucero, todos. ¿Y si la presunción es falsa? Ah, pues lo sueltan a usted y ya. Y si le robaron la casa, perdió el empleo, lo torturaron en la cárcel y lo golpearon los custodios, pues ya sabe: o tiene tres videos de alta resolución, desde ángulos distintos, con sonido original Dolby para probarlo ante el juez, o se aguanta.

Ahora, usted, si quiere consolarse, puede pensar que estas medidas sólo se aplicarán para luchar contra narcotraficantes, secuestradores y gobernadores preciosos coludidos con pederastas para coartar el derecho a la información, pero ateniéndonos a que la policía sigue siendo la organización criminal más poderosa e impune de México, quizá no deba confiarse mucho.

Hoy, usted tiene menos derechos que ayer, gracias a un gobernante que, según todo indica, ni siquiera ganó las elecciones. Como dijo hace poco un amigo: pobre México, cada vez lo quiero más, pero cada vez me gusta menos lo que hacen con él los delincuentes organizados, sobre todo los que además cobran del presupuesto nacional.

Friday, October 05, 2007

A ver si me explican

La pregunta evidentemente se me presentó con toda su fuerza en los días de 1999 cuando más de uno, más de cuatro, más de no sé cuántos compañeros que aseguraban jugar del lado de un México democrático, más justo, más incluyente, más educado, menos pobre, fueron desprendiéndose de la lucha como hojas de otoño para ir a militar del lado de Vicente Fox "porque lo principal es tumbar al PRI", porque "podemos moderar el rumbo de Fox", porque "Fox está preocupado por los más jodidos" y una colección variada de pretextos, coartadas y explicaciones que daban a otros o se daban ellos para convencerse que su decisión había sido la acertada.

Han pasado los seis años de Fox y más de uno desde el fraude que Fox organizó para perpetuar al PAN en el poder. Más de siete años en los cuales no se cumplió ninguna de las promesas (abundantes, frondosas, seductoras) que ofreció Vicente Fox, ningún miembro de los regímenes priístas fue requerido a explicar su enriquecimiento, explicable como parte de un sistema en el que el expolio concertado diluye la responsabilidad individual y la carga ética (si la hubiera, suposición acaso aventurada). Años en que no cambió nada, salvo los rostros en el poder (y no todos), en que no se modificaron las condiciones que provocan la marginación y la pobreza, en que no se avanzó en salud, en educación, en infraestructura, sólo en número de millonarios y en la satisfacción de sus sonrisas, en los que no se erradicó la tortura como simulación de investigación, los atropellos policiacos, la inseguridad provocada por la desesperación convertida en costumbre.

Han pasado años en los que esos antiguos luchadores "por el pueblo de México" ocuparon, como es de rigor, los puestos de gobierno que les garantizaron su parte del botín, las instituciones culturales cada vez menos útiles, pero en las que los sueldos siguen al alza, los puestos en embajadas, los consulados y delegaciones culturales, los saraos y las reuniones internacionales a las que se va en business class.

Ahora, con tranquilidad y con el paso y el peso de los tiempos, les traslado a los adalides del "voto útil" la pregunta que yo me hice: ¿valió la pena?

A mí no me costó nada decidir que no, que no valía la pena porque el cambio hacia el PAN no era un cambio real en ninguna medida, porque sabíamos que Fox no era un demócrata, ni un defensor de nada que no fueran sus intereses familiares y de clase (por mi raza hablarán las acusaciones de enriquecimiento inexplicable que me arrojan, siendo tan fácil de explicar), ni siquiera un libertario de derecha cuya ideología económica estuviera moderada por una convicción social. Que no se llamen a engaño los hoy exfuncionarios (excepto los que se acomodaron al felipato fraudulento y allí siguen), sabían lo que iba a pasar, se les dijo, se analizó y se concluyó con buen nivel de certeza: el foxismo era priísmo, pero con más iglesia.

Así que díganme: ¿valió la pena? Viendo hoy a México, al borde de otra crisis cuya factura pagarán los más jodidos y no los que se beneficiarán de ella (usted sabe, los que se beneficiaron de la estatización bancaria, y luego de la caída de la bolsa, y luego de las instituciones financieras no bancarias, y luego de los bancos reprivatizados, y así hasta esta mañana), con Chiapas en las mismas condiciones que hace 13 años, cuando el zapatismo provocó más de un examen de conciencia que algunos reprobaban orgullosos, con los indígenas donde estaban, con las escuelas sin una mano de pintura, con el narco triunfante del brazo del político que por miedo o por amor al dinero finge demencia... ¿de verdad valió la pena dejar atrás ideales, compromisos, lucha, la confianza de quienes caminaban a su lado, los del barrio, del ex-ejido, del pueblo, del campamento de paracaidistas?

No sé, díganme, con calma y pensando en qué le dicen a sus hijos, ¿valió la pena sostenerle el estribo a los que al deslegitimar al PRI garantizaron para ellos cien años de legitimidad internacional inmune a los atropellos, el hambre, la injusticia, las escuelas vacías y las cárceles llenas, el campo abandonado y la vida dejada cruzando hacia el norte?

¿Valió la pena, al menos para ustedes?

Friday, December 01, 2006

La Interrogante Mexicana

NOTA: Nuevamente, la prensa internacional toma multitudinariamente partido en favor del oficialismo en México, en un embate donde incluso algunos medios ideológicamente enfrentados en sus propios países, coinciden en una utilización del lenguaje alarmante, donde el PRD es "de izquierda" pero el PAN resulta inocentemente "conservador", nunca de derecha, y donde los muchos mexicanos que siguen deseando democracia y procesos electorales confiables quedan reducidos a comparsas sin inteligencia de un Andrés Manuel López Obrador sobre quien se vierten calumnias cada vez más imaginativas.

Nuevamente, el diario español El Correo con sede en Bilbao, donde me ocupo de una página semanal sobre ciencia, honra su compromiso periodístico abriendosus páginas a una visión discordante.


Publicado en El Correo el 1º de diciembre de 2006

LA INTERROGANTE MEXICANA
Mauricio-José Schwarz
Escritor y periodista

La comunidad internacional asistirá este 1º de diciembre a una extraña, tensa y, en muchos sentidos, peligrosa transmisión de poderes en México.

La llegada de Vicente Fox al poder hace hoy seis años animó enormes esperanzas, no sólo porque haber desbancado del poder al eternizado, corrupto, autoritario y con frecuencia defraudador PRI (Partido Revolucionario Institucional) sino por las numerosas promesas de una larga campaña en la cual logró desmarcarse de la imagen de derecha aristocrática, rancia y de sacristía que tiene su propio organismo político, el PAN (Partido Acción Nacional).

Pero ninguna promesa de Vicente Fox cristalizó. Su compromiso de llevar a los tribunales a anteriores gobernantes que amasaron fortunas orientales a la sombra del poder se hizo humo: ni un solo priísta fue siquiera acusado de malversación de fondos. Para asombro de muchos, además, numerosos militantes del PRI se reciclaron en el gobierno de Fox, ocupando ministerios tan delicados como el de Hacienda. El crecimiento del 7% anual, oferta de por sí inalcanzable, fue en realidad del 2% anual entre 2000 y 2005, sólo de la mitad del conseguido por América Latina en ese lapso.

También fueron papel mojado las promesas de resolución del conflicto en Chiapas, de mejoría de la seguridad ciudadana, de impulsar el desarrollo social, de reforma fiscal, de reforma del estado, de negociación de un convenio migratorio con Estados Unidos, de reapertura del caso del rescate bancario que costará a los mexicanos más de 120 mil millones de dólares, de lucha contra una pobreza que ya agobia al 60% de la población, de combate al narcotráfico. En varios aspectos, como el elevadísimo costo del dinero y el muro fronterizo, el resultado del sexenio fue el opuesto al prometido. En la percepción popular, el "gobierno del cambio" no lo fue. El parecido de la gestión de Fox con las anteriores del PRI adquirió tintes de gran guiñol con las frecuentes declaraciones triunfalistas y la descripción de un país que el ingenio popular bautizó como "Foxilandia" o "El país de las maravillas".

En este contexto, no era difícil prever las consecuencias del proceso electoral, manejado de manera desaseada desde antes de empezar, con el esperpético intento de desafuero del muy popular Jefe de Gobierno del Distrito Federal, Andrés Manuel López Obrador, para excluirlo de la contienda. A ello seguiría una campaña electoral plagada de irregularidades, con un amigo cercano del candidato Calderón al frente de un Instituto Federal Electoral del que se había excluido al izquierdista PRD (Partido de la Revolución Democrática) que postulaba a López Obrador. Sobre los extraños e inesperados resultados de esa jornada electoral sigue pendiente la sombra de la duda pese al dictamen final del Tribunal Electoral, cuyos argumentos para rechazar el recuento de votos resultaron poco convincentes para grandes sectores.

Como culminación de este proceso, el conflicto en Oaxaca que sigue, donde el gobierno privilegia la represión por parte de la fuerza pública y de grupos violentos "extraoficiales" por encima de la negociación política, es para muchos prueba de que las prácticas del poder del PAN son similares a las del PRI, y así seguirán en el sexenio de Calderón, del que poco se espera.

Ciertamente López Obrador ha cortejado el desastre con algunas posiciones, pero ha contado con el respaldo de un importante porcentaje de la ciudadanía, difícil de calcular en un país donde, todavía, se sospecha que cada encuestador es agente de la seguridad del estado. Pero también es cierto que Felipe Calderón ha sido una rara ausencia desde la proclamación de su triunfo. Satisfecho con vencer, no parece interesado en convencer, en construir consensos, en mostrar liderazgo, en obtener el apoyo popular más allá de las urnas. Por el contrario, en la formación de su gabinete ha seguido los pasos de Fox, incluyendo en él a distinguidos miembros del PRI, al menos a un miembro del consejo de administración de una empresa estadounidense y poniendo al frente de las tareas de la seguridad interior, en la Secretaría de Gobernación a un militante de su partido que tiene abiertos diversos expedientes ante organismos nacionales e internacionales por violaciones a los derechos humanos en el desempeño de sus anteriores puestos.

La oposición a Felipe Calderón no implica directamente el apoyo irrestricto a todas las posiciones de Andrés Manuel López Obrador, sino que se inscribe en un entramado mucho más complejo, impermeable a la intensa campaña nacional e internacional destinada a desprestigiar y ridiculizar a López Obrador y a quienes persisten en la duda sobre la legitimidad de Felipe Calderón.

Al momento de escribir estas líneas, después de un enfrentamiento a golpes y empujones sin precedente en México, los diputados del PAN y del PRD mantienen la tribuna del Congreso tomada, los primeros intentando garantizar que la ceremonia de investidura se lleve a cabo según lo dispone la Constitución, en el recinto del Congreso, y los segudos intentando evitar lo que consideran una usurpación. El viejo PRI, dinosaurio experimentado, parece acechar para sacar partido del conflicto.

Dividido el país como dividido está el Congreso donde los representantes populares viven, duermen y comen desde el día 29, las más graves son las dudas respecto a la capacidad de Felipe Calderón de hacerse con el poder, garantizar la gobernabilidad del país y cerrar heridas que no sanarán con declaraciones ni campañas de propaganda, sino con una actitud política que legitimara plenamente su mandato.

Tuesday, October 31, 2006

El negro final

Vicente Fox se despide presidiendo sobre un acto represivo que marca, en muchas formas, el rumbo futuro de México.

No es que el gobierno de Fox se haya cerrado a la negociación para resolver un conflicto desatado por la represión que Ulises Ruiz lanzó contra los profesores el 14 de junio, es que Fox y sus partidos, el PRI y el PAN, decidieron apoyar al gobernador en contra de un creciente movimiento social disparado por la indignación ante la brutalidad gubernamental pero que se alimenta de todos los agravios que ha sufrido Oaxaca a manos de sucesivos gobiernos.

Una vez tomada la decisión de no desaparecer los poderes en Oaxaca pese a cumplirse de manera amplia los presupuestos constitucionales que justifican tal medida por parte del legislativo federal, la cuestión no era si se iba a reprimir, sino cuándo y con cuántos muertos.

De nuevo, Fox, este nuevo Díaz Ordaz que pasó seis años en la inexistencia política sólo para hacerse presente mediante unas elecciones plagadas de irregularidades y mediante la brutal represión contra una ciudadanía legítimamente indignada, apuesta por el silencio de los medios de comunicación internacionales.

Día a día, desde el extranjero, quienes siguen los acontecimientos en México experimentan un asombro incesante. Los diarios mexicanos hablan de uno, de dos, de tres muertos; de ataques de grupos al parecer pagados, de secuestros, de ingobernabilidad en Oaxaca. Las fuentes de información variadas de las que se dispone pintan un panorama profundamente alarmante de descomposición política y social durante cuatro meses de inacción, desidia y negligencia gubernamentales que llevan al luto en hogares cuyo principal delito es no pertenecer a los grupos dominantes y no aceptar su condición de ciudadanos de tercera. Y los diarios europeos y estadounidenses, que sin duda reciben los despachos de agencia sobre la situación, sobre la muerte, sobre la profunda estupidez e insensibilidad que han sido el sello del lamentable paso de Fox por el poder presidencial, y los omiten.

No son noticia. México no es noticia. Apostó a ello Díaz Ordaz en el 68. Apostó a ello Echeverría en la guerra sucia que aún se ignora en los medios internacionales. Apostaron a ello De la Madrid con el fraude electoral del 88, y Salinas al asesinar a 600 perredistas, y el patético Zedillo al hundir económicamente a México, y Fox al decidir hacer una elección de estado.

No es difícil imaginarse a Fox rodeado de sus asesores, y a algún egresado de Harvard explicándole que si reprime a la APPO (organización que sólo existe debido a la represión de Ulises Ruiz) nadie se inmutará, que la impunidad le espera para recibirlo con un abrazo, que los mexicanos mueren rodeados del silencio cómplice de los que son socios de negocios en México, incluidos los medios de comunicación.

Es pronto para saber si Fox ha abierto otra caja de Pandora en este país cuajado de cajas de Pandora cuidadosamente fabricadas por un poder al servicio de muy pocos. Mientras escribo esto, los mexicanos indignados de Oaxaca siguen batiéndose en escaramuzas contra los mexicanos a sueldo de la PFP (muchos de ellos militares). El riesgo, sin embargo, existe, sobre todo por cuanto que en el alto mundo del poder, en esa atmósfera rala que provoca tantas alucinaciones por vértigo y falta de oxígeno, no parece haberse percibido todavía la amplia gama de motivos de indignación que plagan a los mexicanos.

Fox se va demostrando, por si alguien todavía lo dudaba, que no es sino un priísta más, que le importan muy poco los mexicanos a los que engañó hace seis años, que vivos o muertos son una molestia menor, y que desprecia profunda y rancheramente la grave situación social, económica, sanitaria, laboral y educativa de más de 100 millones de mexicanos.

El cuando menos ilegítimo Felipe Calderón deberá tomar este legado y construir sobre él un poder más cínico, más fuerte, más represor y con un PRI y un PAN más omnímodos, que impidan que ningún representante de la ciudadanía acceda jamás al poder en México.

La democracia está bien en los discursos. En la vida real, el tolete, el fraude y el engaño son la forma de gobierno que sigue imperando en México, como en tiempos de Don Porfirio.

Thursday, September 07, 2006

El silencio de la prensa internacional

En los últimos días, he podido atestiguar cómo en España los medios de comunicación se han ocupado de repetir puntualmente, y sin ningún espíritu crítico ni matiz, la línea oficial: el problema de la elección no es el presunto fraude, la negativa oficial a limpiar el proceso con un recuento, el enojo de muchos que, incluso sin ser partidarios de AMLO, consideran violentada la voluntad popular.

Los más diversos diarios han coincidido en escritos, editoriales y piezas de opinión que parecen escritos, todos, por algún personero profesional de la derecha o por uno de los recién estrenados voceros oficiosos del nuevo partido hegemónico.

En la prensa española, sólo El Correo abrió un espacio a una opinión a contracorriente de todo lo dicho por todos los demás medios, tanto los de derecha como los que se venden como voceros de la izquierda o el progresismo. Me lo abrió a mí, publicando en su página de opinión el miércoles 6 de septiembre el artículo que a continuación reproduzco, y del que sólo deseo señalar precisamente que está escrito para un público muy concreto, el español, y en el contexto de una desinformación general sobre México y especialmente sobre las elecciones que sólo sirve a intereses económicos que no representan ni a los españoles ni a los mexicanos. Éste es el artículo.

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MÉXICO: EL ACERTIJO SE COMPLICA
Mauricio-José Schwarz
(Publicado en el diario español El Correo el 6 de septiembre de 2006)

La decisión del tribunal electoral mexicano que valida la elección presidencial del 2 de julio y proclama a Felipe Calderón como presidente electo para tomar posesión del cargo el 1º de diciembre, profundiza una crisis en la que están implicados muchísimos ciudadanos además del candidato de centroizquierda Andrés Manuel López Obrador. Una crisis política evitable se sigue convirtiendo así en un drama cada vez más peligroso.

El acertijo de la elección mexicana ha pasado por legisladores de la oposición golpeados y vejados por la policía violentando su fuero constitucional, por cuadros de pintores de la oposición rajados a navajazos por grupos de choque, por documentación amplia, avalada por los observadores europeos, sobre la razonable presunción de un fraude electoral, por un poder legislativo cercado por el ejército y la policía federales en un país con total división de poderes, por denuncias de grupos paramilitares de ultraderecha entrenando en áreas apartadas. Su prólogo fue una campaña electoral de una suciedad reconocida por los analistas casi sin distingos.

Estos y otros muchos elementos a veces no debidamente difundidos son clave en la ecuación del conflicto electoral mexicano, pues han generado un clima de enfrentamiento inédito en México desde el movimiento estudiantil-popular de 1968 que desembocó en una masacre, y que ni siquiera se alcanzó con el fraude que en 1988 despojó a Cuauhtémoc Cárdenas. Son hechos que han movido a la acción a millones de personas pero que se ven opacados por acusaciones contra López Obrador que ningún analista serio puede tomar como factor esencial de esta crisis política, que evoca los momentos más confusos del siglo XIX, cuando México todavía no se consolidaba como nación.

El fraude no puede descartarse aún. La lectura de los dictámenes que dio a conocer el tribunal electoral, basados en una interpretación semántica que halló diferencias de fondo entre "voto" y "boleta electoral", ha confirmado a ojos de muchos la idea de que el PAN ha superado a su hoy aliado, el PRI, en la confección de resultados electorales al gusto del señor presidente.

La evitación política del conflicto, pasaba, según la ley y la razón, por el recuento de los votos, a la vista de las irregularidades detectadas tanto en las casillas (colegios) y distritos electorales como en el comportamiento estadísticamente inconcebible de los recuentos, según personajes intachables como el Dr. Luis Mochán, físico e investigador multipremiado cuyo análisis del comportamiento de los recuentos oficiales ha sido clave para convencer a quienes desconfían de las afirmaciones movidas por la ideología. La negativa rotunda a tal recuento por parte del presidente Fox, haciéndose eco del rechazo de Felipe Calderón a la medida, ha sido vista por muchos como una convalidación de las sospechas más oscuras.

Que López Obrador sea necio a ojos de sus enemigos es irrelevante, máxime si por las mismas razones sus partidarios lo perciben como decidido y comprometido. Lo relevante es saber si el presidente Vicente Fox ha actuado o no según la ley, y si el resultado electoral nace de la voluntad del electorado o de una orden presidencial. Ante la duda, resulta difícil pedir a los mexicanos una "conformidad" abnegada para seis años de una presidencia percibida como ilegítima desde su origen.

Este conflicto no se puede descontextualizar de la crisis que se ha profundizado en México en las últimas décadas: la multiplicación de la pobreza y de la miseria extrema, el enriquecimiento escandaloso de un grupo cercano a los presidentes (cuando no de los propios exmandatarios), la caída del empleo, la debacle de la agricultura, la desaparición virtual de los servicios de salud pública, el declive de la educación que imparte el estado, los conflictos gremiales vigentes de mineros y profesores escolares, la migración ilegal como única opción, la presencia de grupos armados en el campo y la ya veintenaria colusión del PAN con el PRI en temas como el rescate bancario que hizo al país deudor de casi 125 mil millones de dólares ante los banqueros o la conservación de priístas distinguidos en los puestos clave de la economía.

Con todos estos elementos, el problema electoral no se puede reducir a un asunto de procedimientos y de sutilezas maquiavélicas, mucho menos a una cuestión regida por la personalidad real o supuesta de un solo individuo. La respuesta de millones a los llamamientos de López Obrador es una expresión clara de los problemas de fondo cuya solución es para muchos impostergable. Es por ello que el mayor peligro en los días siguientes no es que López Obrador se radicalice, ni que tenga realmente los delirios mesiánicos que se le atribuyen con ligereza, sino que sus propios seguidores lo rebasen por la izquierda si sienten que el excandidato no está dispuesto a avanzar por el camino que ellos consideran urgente. Para ellos, sus votantes, la llegada de Andrés Manuel López Obrador a la presidencia se veía como una oportunidad de revertir en alguna medida ciertas tendencias de un país cuya paradoja es tener una sólida macroeconomía y una microeconomía a niveles de desastre humanitario. Lo que se juega, a ojos de los más desfavorecidos, es asunto de supervivencia, no de sutilezas políticas.

Incluso durante los momentos más oscuros del autoritarismo priísta, tiempos de presos de conciencia, asesinatos y tortura indiscriminada, tiempos de candidato único (apoyado por el PRI y el PAN en el caso de José López Portillo), la percepción internacional celebraba la "democracia" mexicana. Cuando tal idea se hizo insostenible, se anunció que la verdadera democracia en México había nacido con la elección de Vicente Fox en 2000. Hoy, después de un desgaste de seis años en el que mucho colaboró el propio presidente al incumplir sus abundantes promesas, la nueva verdad es que ahora sí, al fin, se puede inaugurar solemnemente la democracia en México.

Pero la democracia es un hecho social que trasciende con mucho a las jornadas electorales. Por ello es fundamental evitar el simplismo que borra matices en pro del convencimiento, el psicoanálisis como coartada o el endiosamiento y la demonización fáciles. La situación que enfrenta México como nación merece la solidaridad más amplia con la ciudadanía cuyo bienestar y viabilidad, así como su voluntad política, deberían ser el motivo central del debate, y sólo después, como consecuencia, la solidaridad con el candidato que más votos haya obtenido legítimamente, asunto que desafortunadamente aún no parece claro.