Tuesday, April 12, 2005

Las leyes

Las leyes, con frecuencia, son injustas.

Las leyes las hacen, muchas veces, legisladores que no responden más que a sus propios intereses, o a los de grupos diminutos que nada tienen que ver con los votantes a los que, según la ley, representan tales legisladores.

Las leyes, con lamentable frecuencia, son aplicadas selectivamente por los encargados de los gobiernos, por los jueces, por los organismos gubernamentales en general.

Y, sin embargo, las leyes siguen siendo nuestra única esperanza de convivencia ordenada, cívica, pacífica y justa.

Las leyes injustas pueden cambiarse, se puede corregir su mala aplicación, se puede impugnar a los legisladores trapaceros.

Pero sin leyes, el más fuerte, el más corrupto, el más traidor, el más violento, se apropian de la sociedad.

Por eso muchísimos mexicanos, con frecuencia (con mucha frecuencia) víctimas de leyes injustas o de la incorrecta e interesada aplicación de las mismas están hoy en pie de lucha (pacífica, democrática y legal) por el respeto a las leyes esenciales de la nación.

No por apoyar leyes injustas, sino para poderlas cambiar en paz.

No por defender a un hombre o a un partido, sino por defender los derechos fundamentales de cada uno de los mexicanos.

No por decidir qué ideología regirá los destinos de México, sino por aceptar que las reglas democráticas son las únicas que deben decidir qué ideología vencerá en las urnas.

En este contexto, no es extraño que un jefe delegacional como Fadlala Akabani, delegado de Benito Juárez y militante del PAN, exprese: No tengo yo como panista nada qué festejar, no tengo por qué señalar que esto es bueno para la ciudad. Yo creo que es lamentable. A ninguna población, comunidad de cualquier estado de la República le resulta fácil que le quiten a su gobernante electo.

Tampoco es extraño que muchos mexicanos que no desean que Andrés Manuel López Obrador alcance la presidencia, por disentir de sus ideas, estén diciendo en las listas de correo, en la calle, en el café, en las universidades, que participarán de la Marcha del silencio del 24 de abril.

Como muchos mexicanos que disentíamos de Luis Donaldo Colosio condenamos su asesinato, porque era nuestro deseo vencerlo en las urnas, sin violencia, con dignidad ciudadana.

Y porque la dignidad ciudadana debe regir la redacción, promulgación y aplicación de las leyes, el "no al fraude" es un sentimiento que albergan mexicanos de todo tipo.

Porque queremos un país de leyes como el que soñó Morelos cuando dijo, en el punto 12 de sus Sentimientos de la nación:

Que como la buena ley es superior a todo hombre, las que dicte nuestro Congreso deben ser tales, que obliguen a constancia y patriotismo, moderen la opulencia y la indigencia, y de tal suerte se aumente el jornal del pobre, que mejore sus costumbres, alejando la ignorancia, la rapiña y el hurto.

Con lo que queda dicho casi todo.

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