Con la puesta en libertad de los inculpados por la desaparición y más que probable asesinato de muchos mexicanos (algunos guerrilleros, otros simplemente sospechosos, que es bastante para morirse aquí, ya lo sabe usted) en los 70, y cerca de la disolución de la fiscalía inútil, costosa y fraudulenta que creó Vicente Fox como parte de su tarea de engañar a la opinión pública (única tarea en la que se ha empeñado durante los últimos cinco años, cinco meses y veintidós días), termina la función de la enésima cancelación de impunidades prometida por 77 años de autoritarismo mexicano.
Por supuesto, el beso final de este esperpento astracanado en el que PRI y PAN se enlazan sin pudor alguno no se limita a convalidar, olvidar y legitimar la guerra sucia mexicana sin necesidad siquiera de una ley de "olvido forzado", sino que se avisa que la historia sigue con el caso Atenco, con los mexicanos asesinados en los últimos días en los Estados Unidos ante la mirada ciega y el desinterés imperial de Vicente Fox y con el trabajo de encubrimiento y secuestro de documentos que ha sido la real tarea de la ley y oficinas de "acceso a la información pública" y de "transparencia gubernamental". Millones de documentos han sido apresuradamente convertidos en secreto de estado y se ha garantizado que ningún mexicano que no sea cómplice del autoritarismo tenga acceso a ellos durante años y años.
La justicia prometida para la obtención del "voto útil" fue imposible, pero la injusticia que Fox se comprometió a cancelar históricamente no ha hecho sino reafirmar sus raíces en la cosa pública. La impunidad garantizada de los asesinos y violadores de Atenco es advertencia clara: Díaz Ordaz, Echeverría, López Portillo, De la Madrid, Salinas y Zedillo no han muerto, y los muertos que ellos mataron y los que mató Fox pueden incluirlo a usted si se pone un poco demasiado al brinco.
Y los deudos de los muertos, que somos todos los mexicanos, porque al ser los muertos víctimas sin justicia nuestra propia certeza de vida y seguridad desaparece, porque sabemos bien que de nosotros dispondrá libremente el señor emperador cuando lo decida, sin que nadie nunca lo llame a cuentas, nos quedamos con el luto que es, a estas alturas, lo único que poseen demasiados compatriotas.
El luto por los muertos, por los hombres y las mujeres pero también por las ideas, por los sueños de Morelos y Victoria y Guerrero y Juárez y Villa y Zapata, cuyos enemigos históricos siguen siendo los amos de esta hacienda feudal posmodernizada.
Disfruten de su vejez los torturadores, vivan entre algodones, jubilados, los que hicieron del dolor de otros mexicanos su profesión y las bases de su fortuna y prestigio. Vicente Fox prepara su marcha del brazo de Nazar Haro, y se ríe del engaño mientras prepara el siguiente, con Felipe o con Roberto.
El México de todos sigue en proyecto.
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