Apasionante la lógica que hay detrás del "Día de la familia" instaurado por Vicente Fox, al parecer con objeto de que no se diga que no hizo nada en su sexenio desastroso. Es decir, pueden celebrarla todos los mexicanos que pertenenzcan a una familia, lo cual la hace tremendamente incluyente. No como el día de la madre o el día del niño. Porque, dígame usted, ¿a cuántos mexicanos conoce que hayan nacido en maceta, o que sean producto de la santísima concepción o que se hayan materializado de la nada?
Claro que hay de familias a familias.
No es lo mismo la familia de Martita, que cuenta con todas las defensas posibles, incluyendo, en la portería, al propio presidente Fox que, digamos, las familias de las mujeres masacradas en Ciudad Juárez, a las que sólo defienden unos desharrapados y unos opositores sospechosos de sospechosismo.
No es lo mismo la familia del muchacho al que la migra devolvió a México con un tiro en la espalda (¿vio cómo no se volvió a hablar de la investigación, ni del asesino, ni nada?) o la familia de los mineros chihuahuenses que la Familia Ultraderechista Globalizada (FUG), a la que pertenece el PAN y que puede pagarle el viaje al primo tonto de España, Josemari Aznar, cuyo historial de atrocidades es tal que Zedillo le tiene envidia, para que se presente a violar las leyes mexicanas con la misma sonrisa con la que metió a España a una guerra idiota contra la opinión del 91% de los españoles. Esa familia entiende que la democracia es buena como coartada, pero no hay que tomársela muy en serio.
No es lo mismo ser parte de una familia tzeltal o tzotzil de la selva chiapaneca que ser miembro de la Gran Familia Revolucionaria del PRI, que sigue gozando de impunidad en México en virtud del pacto Zedillo-Fox.
Si su familia vive en Neza York, la visión de la vida (y de la familia) que usted tenga será muy distinta de la visión que tienen aquellas familias cuyas fortunas viven en Nueva York.
Cuando Vicente Fox (sólo quedan 272 días) habla de "los valores de la familia", habla sólo de lo que las corrientes más lamentables, cavernarias e inquisitoriales de la iglesia católica creen que deberían ser tales valores, y siempre entendiendo que hay excepciones (la familia de Martita, la familia revolucionaria, la Familia de la Ultraderecha Globalizada) en las que consideraciones de orden suprema permiten que tales valores no sean otros que el asesinato de personas de color raro, la explitación, el robo, la usura, la corrupción y la irresponsabilidad política cotidiana durante cinco años y pico (sólo quedan 272 días).
¿Qué familias celebrarán y cómo este señalado día, nacido de la profunda sabiduría y de la más profunda y ancha manga del presidente ausente? ¿Qué tal las familias de narcos, que campean por el país sin que nadie pueda o quiera ponerles límites? ¿Y la familia Azcárraga? ¿Y la familia del gober precioso?
Así es, distintas familias tienen distintos valores. Pero ya que todos vamos a celebrar este domingo (algunos sólo celebraremos que sólo quedan 272 días de este despropósito presidencial) sería oportuno preguntarle a Vicente Fox Quesada si en su familia aprendió los valores de la complicidad con las tepocatas y víboras prietas, la exaltación del analfabetismo y el encubrimiento de semiparientes sospechosos, o si eso lo hizo él solo.
Quedan 272 días. Serán largos.
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